Bajo las ventanas al zaguán eran puestos los canastillos grandes, en estas cestas arrastraban las cosas de la casa Noble.
¡Atrae el canastillo — esto es bueno echarse un rato, extenderse!
— ¡Ha conocido, el tórtolo, el padre natal! ¡Comienza a ladrar, libera! — quiere el Ion fuertemente llamar, y la voz, como en el sueño, se ha perdido.
Se ha puesto en guardia, girando la nariz de perros, ha comprendido por la intuición sin cola:
¡Del ion ha caído en el canastillo — bien! — ha arrojado el casquete y zamlel.
Y del dolor de repente él ha oído los pasos fáciles y alguien fyrknul en el canastillo.
— ¡Mí de ti del burlón provenchayu! — se ha alegrado al caso el guarda: no olvidar al anciano obstrizhennogo el bigote, el asunto de las manos los Iones.
Pero la mente diestra se ha inflamado, todo beshvoste de ello ha empezado a mover, buscando la salida.
¿Que, si él entonces la ha escuchado, dejaría a beber, saldría con neyu?
Que era, no recuerda el Ion, y se ha despertado — es frío: el rocío, todo mojado. Ha pasado él por los labios babosos — se ha resecado en la garganta — levantarse quería, por la cabeza ha tropezado en la cesta. ¿Que por los milagros? — Ha palpado abajo por la mano: también la cesta.
Repetía el Ion en contra de la voluntad el verso obsceno y no podía pararse.
— ¡Con I- del siglo! — ha sollozado el Ion y ha comenzado a gemir. El alma era desgarrada por este gemido sepulcral, si se ha encontrado cerca del cobertizo aunque una alma viva.